Conclusiones del XXII Congreso de Periodismo de Huesca

Conclusiones del XXII Congreso de Periodismo de Huesca elaboradas por Darío Pescador:

Hace diez días fue el día de San Crispín y Crispiniano, y esto no tiene más relevancia que recordar que justo en este día, Shakespeare coloca al rey Enrique V al frente de sus tropas contra el rey de Francia en la batalla de Azincourt. Diezmados, agotados y hasta arriba de barro, el rey inglés les anima diciendo “nosotros, felices pocos, nosotros, banda de hermanos”.

No me gustan las metáforas bélicas, pero puedo ver a mi alrededor a los periodistas que después de 22 años de lucha y convulsiones, han viajado al norte para abrazarse durante unos días antes de volver a la batalla diaria de contar historias.

Como ha dicho el director del Congreso de Periodismo de Huesca, Fernando García Mongay, nada más llegar, “los periodistas teníamos ganas de reencontrarnos en Huesca”. Pasar por el ojo de la aguja de la pandemia y esa larga condena de las videollamadas, además de las ganas de contacto humano, ha dejado otras huellas más sutiles. Hay más zapatillas de color rojo, más pantalones elásticos, menos chaquetas y, que yo vea, ninguna corbata.

El encuentro de periodismo más importante de España, de repente, es más humano, y no solo es por la indumentaria.

El Premio José Manuel Porquet de este año ha recaído sobre Beatriz Navarro, corresponsal en Bruselas y Washington, y que como tal ha atravesado kilómetros de moqueta en su vida profesional, nos ha recordado la importancia de las historias a pie de calle, en las que se tiene contacto directo con las personas. Beatriz también recordó a otro premiado, el reportero de guerra y documentalista David Beriain, que tomaba este imperativo al pie de la letra, y a quien perdimos este mismo año, asesinado en Burkina Faso.

El periodista Pedro Vallín, que hace crónica política referenciando a Shakespeare, a La guerra de las galaxias y el Señor de los anillos, nos habla de la necesaria despolitización de los medios. Después de una década de poner un debate político, cada vez más crispado, en la primera plana de la información, este columnista cree que los ciudadanos quieren volver a sus asuntos y olvidarse de la polarización que políticos y periodistas han creado mano a mano.

Al director de La Vanguardia, Jordi Juan, las redacciones actuales le parecen agencias bancarias y los periodistas agentes de cambio y bolsa, que hacen números con los clics y los algoritmos. Pero, para Juan, internet obliga a los periodistas a mantener el contacto con los ciudadanos, porque cuando no informamos verazmente, cuando no somos plurales, nos retratamos, y en este mundo conectado, todo se sabe.

Las historias extremadamente personales de Gabriela Wiener nos atrapan porque hablan de su entorno humano. Tampoco podemos evitar ponernos en los zapatos de Andrea Aldana, exiliada de Colombia, su país, por ejercer como periodista, y aún más, por ser mujer. Desde el otro lado del océano, estas mujeres periodistas nos recuerdan que tenemos una deuda de respeto, reconocimiento y reparación.

Pero, ¿podemos acordarnos de las personas cuando pasamos la vida en las oscuras trincheras de Twitter? El 84% de los periodistas utilizan esta red a diario, lo que quiere decir que puedes tuitear o trabajar, pero no las dos cosas. El pajarito es un arma de doble filo. Por un lado pone al periodista en contacto directo con el político. Pero como nos ha enseñado Donald Trump, también pone al político al mando de la audiencia. Esto le permite hacer declaraciones y dar primicias sin la molestia de responder a las preguntas de los profesionales de la información. Pero hay esperanza. La reportera Paloma Esteban nos recuerda que, cuando pasan cosas de verdad, los periodistas se olvidan de Twitter.

Allí hace su trabajo Sandro Pozzi, un periodista que sale de su medio por la crisis del sector, pero que una vez aterrizado en Twitter afirma que el periodismo está en su mejor momento. En realidad, el periodismo lo hacen las personas, y las personas hacen periodismo en cualquier plataforma que transporte su voz, sea un móvil o un tamtam, sin que importe quién pague, si es que pagan.

Cuando los medios tradicionales publican sin pudor las noticias de las marcas, las marcas empiezan a hacer periodismo con información general y de utilidad. Cuando Carles Tamayo se infiltra en la secta Palmariana y cuenta su historia usando el formato, el ritmo y el lenguaje de YouTube, se convierte instantáneamente en periodista, por el mero hecho de ejercer como tal.

Incluso cuando toca hablar de dinero, también estamos hablando de personas. El presidente de PRISA, el financiero Joseph Oughourlian, sabe que no tiene sentido traicionar la confianza del lector de sus medios en busca de beneficios, y conoce el valor de poner al frente a personas reconocibles y reconocidas. Contorsionarnos y convertirnos en lo que no somos, no solo nos deshumaniza, sino que tampoco funciona, porque como Oughourlian reconoce, “el lector no es bobo”.

En este congreso los protagonistas ya no son los algoritmos, ni las audiencias, ni la tecnología. Los nuevos proyectos nos acercan al mundo árabe, a las lenguas en peligro de extinción, a los pueblos vacíos y a los debates civilizados. Pocas cosas son más humanas.

Debemos informar sobre virus, vacunas y desastres naturales no con hechos, sino con conversaciones cercanas y personales. Las nuevas narrativas nos permiten exponer injusticias como la violencia de género, el racismo y el machismo. Pocas cosas son más necesarias.

Porque cuando parece que el mundo se nos cae encima, estamos nosotros, los humanos, y una voz que dice “nosotros, felices pocos, nosotros, banda de hermanos/ porque aquel que hoy vierta su tinta conmigo/ será mi hermano”.

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